¿Donde se debe construir un invernadero?


Con mucha frecuencia se decide construir el invernáculo en un terreno ya disponible. Es así como sus características determinan las del invernáculo: orientación, exposición a los vientos, pendiente, composición del suelo y hasta dimensiones y formas.

Sin embargo, es mucho más razonable condicionar la elección del terreno a las características más convenientes para la estructura a construir; para lo cual es necesario tener en cuenta:
 - Ubicación del terreno.
 - Pendiente del terreno,
 - Calidad del agua disponible.
 - Tipo de suelo.
 - Dirección y velocidad de los vientos.

Ubicación del terreno
Es necesario considerar la cercanía de diversos servicios, especialmente suministro de energía eléctrica, vivienda del operario responsable de su manejo, red vial y comunicaciones.

Pendiente del terreno
La superficie ocupada por el invernáculo debe estar bien nivelada, algo más alta que los terrenos circundantes y rodeada de zanjas o canales que permitan el rápido escurrimiento de las lluvias. Debe ponerse especial atención en las zonas de drenaje de las canaletas del invernáculo.

Calidad del agua
Debe considerarse el abastecimiento y la calidad del agua necesaria para el riego. la de las especies cultivadas bajo invernáculo son

Recuerde que el análisis del agua permite programar con eficiencia las acciones y manejo a seguir para su mejor aprovechamiento.

Tipo de suelo
Debe seleccionarse el de textura y pH favorable para las especies que se desean cultivar, aquel con calidad uniforme en toda su superficie, buen drenaje, equilibrado en el elementos nutritivos, sin exceso de sales y con una vida microbiana intensa.

Un análisis de suelo (pH, materia orgánica, elementos minerales, etc.), previo a la construcción puede evitar futuros inconvenientes como enmiendas costosas, bajos rendimientos, productos de poca calidad, etc.

Dirección y velocidad de los vientos
Debe buscarse la protección contra vientos no deseados ya que su dirección y velocidad afectan en gran medida el invernáculo, ejerciendo una acción mecánica (daños sobre la estructura y/o cubierta) e influyendo en el incremento de las pérdidas de calor. En zonas no protegidas debe considerarse la construcción de cortinas rompevientos.

¿Qué invernáculo construir?

Las características constructivas que definen el tipo de invernáculo son: la forma, las dimensiones y los materiales de estructura y cubierta.

Con respecto a la elección de un tipo de invernáculo, la misma está en función de una serie de aspectos técnicos tales como:
 - Las exigencias bioclimáticas de las especies en cultivo.
 - Las características climáticas de la zona.
 - Las disponibilidades de mano de obra (factor humano).
 - Las condiciones de mercado y comercialización

|Para tener en cuenta: Si se desea conocer la conveniencia de un determinado tipo de invernáculo en una zona preestablecida, se debería hacer un análisis de las necesidades climáticas de las plantas a cultivarse y del nivel de producción que se desee obtener. Esto determinará la rusticidad o sofisticación del invernáculo.

La elección del invernáculo depende fundamentalmente de la capacidad económica del empresario y de la rentabilidad de los cultivos a realizar. No obstante, antes del inicio de la construcción, deben tenerse presentes los siguientes factores relacionados directamente con la estructura.
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Los invernaderos con LED son más eficientes


Los invernaderos con LED son más eficientes

A largo plazo son más económicos y más productivos que los iluminados por bombillas convencionales






No resulta sorprendente descubrir que los consumidores de todo el mundo desarrollado cada vez exigen más verduras de temporada todo el año, incluso cuando el clima local simplemente no permite ese tipo de cultivo. Los tomates, pepinos y verduras de hoja son particularmente populares. Por esa razón, la agricultura de invernadero se ha convertido en un factor importante en el suministro de alimentos para los países desarrollados.

Esto ha hecho que se dispare el número de invernaderos comerciales y el área que ocupan. En los Países Bajos, por ejemplo, los invernaderos ocupan alrededor de 0,25% de la superficie terrestre de todo el país. Y Holanda no es ni siquiera el mayor productor de verduras de invernadero en Europa. Esa posición la ocupa España. Hoy día, el mayor productor de verduras de invernadero en el mundo es China.

Este tipo de agricultura tiene un impacto significativo sobre el medio ambiente. Los invernaderos comerciales tienen que ser iluminados y calentados de un modo que optimice el crecimiento. Y hasta el 35% del coste de los tomates de invernadero proviene de esta calefacción e iluminación.

Así que es importante preguntarse cómo minimizar la cantidad de energía necesaria para desarrollar estos cultivos. Una de las respuestas más obvias consiste en hacer que los invernaderos pasen de usar iluminación incandescente tradicional, por lo general lámparas de sodio de alta presión, a más LED de bajo consumo.

Esto podría parecer una obviedad económica, pero el cambio se ha producido lentamente dentro de la industria debido al alto coste inicial de los LED. Los agricultores se cuestionan si pueden llegar a recuperar el coste inicial de un sistema completamente nuevo de iluminación.

Una respuesta nos llega gracias al trabajo de Devesh Singh y sus colegas en el Centro de Hannover para Tecnologías Ópticas de la Universidad de Hannover en Alemania. El equipo ha comparado los costes del ciclo vital de las lámparas de sodio de alta presión tradicionales frente a LED para iluminación de invernaderos.

Y señalan que las ventajas son evidentes. Calculan que el coste acumulado de las lámparas de sodio de alta presión supera al de los LED a los siete años, y que después de 16 años el coste acumulado de las lámparas de sodio de alta presión es más del doble que el coste equivalente de LED.

Resulta fácil ver de dónde proceden estos ahorros. Aunque las lámparas de sodio de alta presión son individualmente más baratas que los LED, tienen que cambiarse todos los años, en comparación con los 19 años que dura un LED. Y, por supuesto, los LED consumen considerablemente menos electricidad, desperdiciando menos calor.

Pero la parte más interesante del análisis de Singh y compañía está en el potencial de los LED para cambiar la forma en que se cultivan las verduras y hortalizas. Las lámparas de sodio de alta presión emiten luz a través de toda la parte visible del espectro e incluso hasta en la zona de infrarrojos, donde gran parte de la energía se pierde en forma de calor. Por el contrario, los LED se pueden ajustar para emitir luz en zonas muy específicas del espectro.

Los fisiólogos vegetales saben desde hace tiempo que la clorofila absorbe principalmente las partes azul, verde y roja del espectro, pero absorbe poco la naranja y la amarilla. Así que tendría sentido producir luz sólo en estas partes del espectro. Por supuesto con los LED resulta fácil, pero es imposible con las lámparas de sodio

Al mismo tiempo, varios investigadores han demostrado que los patrones de floración y germinación están influenciados por la luz verde, y esa frecuencia de la luz también influye en la biomasa de ciertas plantas, así como en su contenido nutricional.

Por ejemplo, unos niveles más altos de luz roja aumentan la producción de tomates y el contenido de vitamina C de la mostaza, las espinacas y las cebollas verdes. "La luz verde también contribuye al crecimiento y desarrollo de la planta", señalan Singh y su equipo.

Aún se desconoce exactamente el modo en que las distintas frecuencias influencian el crecimiento, la biomasa y el contenido nutricional de la planta. Razón por la cual los científicos de plantas de todo el mundo están estudiando el fenómeno actualmente, en un intento por explotarlo en el futuro.

Por el momento, la estrategia de los agricultores de invernadero parece clara: pasarse a la iluminación LED lo más rápido posible. La inversión debería ser rentable en unos pocos años y las ventajas de poder influir en los rendimientos y la calidad de la producción deberían comenzar a notarse durante los años siguientes.

Es un tema complejo, con numerosos matices. Existen muchos argumentos a favor de comer alimentos cultivados localmente, ya que los costes de transporte son más bajos. Los invernaderos permiten una mayor variedad de frutas y verduras en un clima determinado. Los LED ofrecen a los agricultores una mayor flexibilidad a un coste más bajo y con un menor impacto ambiental. Sin duda son objetivos que vale la pena seguir.
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Nuevo sistema de riego eficiente para la producción agrícola en invernaderos

El IMTA trabaja una nueva tecnología de sistemas de riego tecnificados por gravedad mediante captación de agua de lluvia.

La producción agrícola en ambientes controlados por medio de invernaderos representa una excelente alternativa para reducir los volúmenes de agua aplicados a los cultivos tradicionales, además de que incrementa la eficiencia de esta actividad, señaló Raúl Medina Mendoza, investigador del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA).
Sin embargo, los sistemas de riego de los invernaderos agrícolas son abastecidos a través de pozos de agua, por medio de un sistema de bombeo que representa costos elevados. De acuerdo con Medina Mendoza, especialista en ciencias agrícolas y recursos naturales, esta técnica tiene una rentabilidad baja y ocasiona que los proyectos se vuelvan incosteables, por lo que paulatinamente son abandonados o aprovechados de forma intermitente por los productores.
“Los costos de bombeo juegan un papel importante; la relación costo-beneficio es baja, incluso en algunos casos los productores no obtienen ganancias evidentes con este sistema de producción. Son cultivos económicamente no rentables, con altos costos de insumos y altos pagos de energía eléctrica”, explicó el ingeniero agrónomo.
A fin de coadyuvar en la solución de este problema, un grupo de especialistas del IMTA, liderados por Medina Mendoza, trabaja en la construcción de una tecnología para la implementación de sistemas de riego tecnificados por gravedad, a través de un método de captación de agua de lluvia.
Para el proyecto, se construirá un invernadero de 500 metros cuadrados, con suficiente altura para captar y conducir el agua de lluvia por medio de canaletas a una cisterna de almacenamiento con capacidad de 500 mil litros. La cisterna será construida con la técnica de ladrillo tipo capuchino.
“A partir de la cisterna y por medio de la gravedad, se conducirá el agua captada hacia un sistema de riego denominado ‘de baja presión’ en el invernadero. El sistema de riego tecnificado por gravedad consiste en un tanque de nivel regulado de 200 litros de capacidad, del que se desprende una serie de tuberías, válvulas y otros accesorios que se unen a una cintilla de riego por goteo (medio con el cual se riegan los cultivos producidos en el invernadero)”, explicó el especialista.
De acuerdo con Medina Mendoza, quien trabaja desde hace 25 años en temas de conservación de agua y suelo, en México existen pocos casos en los que se utiliza el agua de lluvia como alternativa para abastecer los sistemas de riego en los invernaderos agrícolas.
En este sentido, comentó la importancia de impulsar esta tecnología, en la cual los costos por el uso de  energía son mínimos en comparación con la técnica tradicional, debido a que esta innovación se construye para abastecer por medio de la gravedad los sistemas de riego.
Una de las primeras acciones que se llevarán a cabo será promover la tecnología en cuatro municipios que rodean la cuenca del lago de Pátzcuaro, ubicado en el estado mexicano de Michoacán –donde se lleva a cabo este proyecto–, y reactivar las unidades de producción abandonadas en la región.
En este lugar, explicó el investigador, los agricultores que obtienen su producción a través de los invernaderos utilizan principalmente agua de pozos, por lo que no se aprovecha la captación de aguas pluviales. “Con la implementación de esta tecnología ya no será necesario bombear el agua desde pozos o manantiales como tradicionalmente se realiza”, resaltó Medina Mendoza.
A partir de la validación de este desarrollo, se promoverá en regiones del país adecuadas para su aplicación. “La tecnología tiene un amplio potencial de aplicación en las regiones donde existan invernaderos y se presenten lluvias suficientes para abastecer los requerimientos hídricos de los cultivos (lluvias por encima de 800 milímetros)”, puntualizó el investigador.
En el proyecto, además de Raúl Medina Mendoza, también participan Érick Oliver Cervantes Gutiérrez, Dante Sinohé Hernández Padrón y Miguel Ángel Córdova Rodríguez.
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FIA e INIA lanzan proyecto para reducir uso de plaguicidas en invernaderos agricolas

La Fundación para la Innovación Agraria (FIA), perteneciente al Ministerio de Agricultura y el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) lanzaron un proyecto con el fin de reducir el uso de plaguicidas en invernaderos agricolas de tomates, lo que permitirá disminuir la tasa de accidentalidad, mejorar los rendimientos y producir frutos de mejor calidad e inocuos.

Con ello se intenta desarrollar, implementar y validar un sistema de aplicación segura en invernaderos, sin la intervención humana en su interior. 

El proyecto de FIA junto al INIA Raihuén y la empresa SAE Ltda., beneficiará a más de 100 productores de tomates en invernaderos de Colín en la Región del Maule.

El problema que enfrentan los agricultores que cultivan bajo invernadero se relaciona a las altas temperaturas y humedad relativa que tienen que soportar los operadores mientras trabajan en el interior del mismo, y que no son capaces de tolerar los equipos de seguridad personal que los protegen de los plaguicidas. Esto hace muy peligroso trabajar en invernaderos. Si se quieren proteger de los plaguicidas, deberán soportar la incomodidad de trabajar en los mismos.

Esto provoca intoxicación entre los operadores y las aplicaciones son ineficientes e inefectivas, haciendo que los frutos reciban excesivos volúmenes de producto, lo que después se traduce en exceso de residuos que afectan finalmente a los consumidores.

Chile al ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) tiene el compromiso de reducir la aplicación de plaguicidas en un 50% y velar por la seguridad sanitaria del personal que trabaja en la producción de alimentos.

Es por esto que la solución innovadora corresponde a un pulverizador hidráulico de características especiales, que trabaja en el exterior del invernadero y efectúa una aplicación en el interior de este, a través de un sistema de tuberías que contienen boquillas especiales que se distribuyen en forma homogéneas sobre las plantas.

"La aplicación no dura más de 3 a 5 minutos por nave, por lo que los volúmenes de agua y producto son reducidos, de esta manera no se genera una sobresaturación de las plantas con un menor derrame de plaguicidas en el suelo, logrando una aplicación más óptima, consiguiendo que el producto sea más efectivo en el control de insectos y enfermedades dentro del invernadero" , expresó el coordinador de la iniciativa del INIA Raihuén, Jorge Riquelme.

Al término de la aplicación el equipo inyecta a través de las tuberías aire comprimido lo que permite el vaciado completo de ellas, evitando cualquier goteo o contacto accidental de la mezcla con el operador. Mientras se realiza la aplicación ninguna persona accede al interior del invernadero.

BENEFICIOS PARA EL AGRICULTOR

Los beneficiarios directos de la iniciativa serán los productores de cultivos hortícolas en invernaderos de Colín. De los 200 productores que actualmente existen en el sector, el proyecto pretende atender por lo menos a 100. De los cuales 68 son atendidos directamente por la empresa asociada SAE Ltda.

También de manera directa beneficia a los aplicadores y sus familias al no exponerlos directamente a los plaguicidas y sus nocivos efectos en la salud de las personas. En la actualidad hay más de 600 personas involucradas en este tipo de trabajo en el sector.

"Una de las potencialidades de esta iniciativa es la transferencia tecnológica, que será abierta a todos los productores, asesores técnicos, profesionales del país. De manera que llegue a todos aquellos actores que permitan y faciliten la utilización del sistema" , expresó el encargado de FIA en la zona del Maule, Robert Giovanetti.

Además la tecnología, una vez evaluada, podrá llegar a los usuarios de Indap, mediante la posibilidad de postular a proyectos del Programa de Desarrollo de Inversiones.
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Un invernadero en el espacio

Conseguir autoabastecerse de comida en el espacio es uno de los grandes retos a alcanzar para mejorar las condiciones de los vuelos de larga duración. Por eso, el proyecto "Un invernadero en el espacio" estaba encaminado a determinar si es posible cultivar plantas a partir de semillas en un entorno de microgravedad dentro del espacio. Este experimento se realizó simultáneamente en la Estación Espacial Internacional (ISS), en diferentes escuelas europeas y en la simulación del viaje a Marte llevada a cabo por los tripulantes de Mars500.

Debido a que por razones de seguridad no se puede llevar materia orgánica a bordo, las semillas crecían en perlita. A este sustrato inerte se le añaden fertilizantes que proporcionan a las plantas todos los nutrientes necesarios para crecer. Además, el invernadero espacial tuvo que desarrollarse de manera que tanto las semillas como el sustrato se mantuvieran en el interior de una cámara y no salieran volando. El agua, un bien preciado en el espacio, se introducía mediante una jeringuilla conectada a una bolsa de agua potable especial.

Desafortunadamente, el experimento espacial tuvo que interrumpirse, ya que creció moho en torno a la perlita en la que habían germinado las primeras semillas. Los tripulantes de Mars 500 tuvieron mejor suerte: consiguieron hacer crecer las plantas hasta su maduración e incluso obtuvieron nuevas semillas. Todavía habrá que seguir mejorando las técnicas de los jardineros espaciales, pero mientras tanto, estas pruebas son una excelente excusa para aproximar a los escolares a la ciencia de una manera interesante y diferente.


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Alimentación: Un viaje por los invernaderos de los gigantes biotecnológicos

“Prohibido regar”, se lee en un pequeño cartel situado junto a unas plantas secas y marchitas de maíz, las menos afortunadas de un experimento para medir la tolerancia del maíz a la sequía. Pocos minutos después de entrar en el gigante invernadero en el que estas plantas intentan crecer, en la sede que Monsanto tiene en San Louis (Missouri, EE. UU.), yo también empiezo a sentir que algo falla en mi genética. Me corren gotas de sudor por la piel y, tal como les ocurre a las mustias plantas, yo tampoco estoy hecha para soportar las temperaturas veraniegas extremas que se recrean en el invernadero. Sin embargo, justo al lado de éstas, observo una hilera de plantas verdes y briosas, mucho más sanas gracias a un gen proveniente de la bacteria Bacillus subtilis que los investigadores les han introducido. La bióloga que se encarga de mostrarme las instalaciones, Dianah Majee, desprende también esa misma energía. No se aprecia ni el más mínimo síntoma de calor en su rostro.
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[Trigo que crece en una de las cámaras de cultivo de Monsanto.]
Aunque no se aprecie a simple vista, estas plantas y los científicos que las han producido son excepcionales, pues suponen la entrada de Monsanto en la carrera por producir el primer maíz transgénico tolerante a la sequía disponible comercialmente. La carrera está muy reñida, pero tras más de veinte años de investigación y desarrollo (I+D), Monsanto afirma estar a sólo dos años de lanzar estas semillas al mercado. Además, tanto Monsanto como las principales empresas de la competencia esperan comercializar en los próximos años otros cultivos transgénicos resistentes a condiciones extremas como, por ejemplo, terrenos con un déficit agudo de nitrógeno, fósforo u otros nutrientes esenciales.
Para conseguir este tipo de cultivos, Monsanto y otros gigantes de biotecnología agrícola se están alejando considerablemente del que hasta ahora ha sido el mayor pilar del sector, a saber, el desarrollo y la venta de plantas resistentes a pesticidas o herbicidas, tales como el maíz Bt, de la propia Monsanto. Cuando se introdujeron en la década de los noventa, éstas aumentaron las cosechas agrícolas y se convirtieron en la gallina de los huevos de oro para las empresas que vendían sus semillas. Sin embargo, las cosechas se han estancado y, con ello, también los beneficios. Así, el siguiente filón comercial son los cultivos capaces de crecer en terrenos con falta de agua y otros nutrientes. Por ejemplo, en Estados Unidos, los agricultores pierden entre un 10 y un 15% de la cosecha por las sequías o la escasez de agua.
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[Maíz con un gen bacteriano para resistir la sequía, a prueba en Monsanto.]
Por otro lado, los cultivos resistentes a este tipo de condiciones extremas son también un factor vital con vistas a solucionar la crisis alimentaria mundial. Para poder alimentar a los 9.000 millones de personas que se espera que haya en el mundo en 2050, es necesario que los países con ingresos más bajos aumenten de forma sostenible el cultivo de alimentos en tierras con escasez de agua y nutrientes. Los investigadores y los políticos son conscientes de que no es posible hacer frente al reto de garantizar la alimentación de todo el planeta sin la ayuda del sector privado, cuyas investigaciones en este campo suponen un porcentaje considerable del total mundial (véase la figura Privado frente a público). Por ejemplo, sólo en investigación, el presupuesto anual de Monsanto es de 940 millones de euros, cifra que incluso supera ligeramente el gasto público total en investigación agrícola del gobierno estadounidense en 2007, que ascendió a 860 millones (estas cifras son las últimas disponibles). Para comprender la magnitud de esta cifra, basta saber, por ejemplo, que el Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional (GCIAI), principal asociación mundial de centros de I+D en los países en vías de desarrollo, tiene un presupuesto anual de 390 millones.
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La unión hace la fuerza
En la actualidad, conseguir cultivos más resistentes se ha convertido en un objetivo común de las empresas de biotecnología y los países en vías de desarrollo, ya sea fruto de la ambición comercial de las primeras o de la necesidad de los segundos. Empresas como Monsanto esperan cumplir esta meta. En junio de 2008, el gigante biotecnológico se comprometió a doblar la cosecha de sus cultivos principales de maíz, soja y algodón antes de 2030, tomando como base el año 2000. En septiembre de ese mismo año, el presidente de la empresa prometió “mejorar la calidad de vida de otros cinco millones de agricultores con recursos limitados”, principalmente permitiendo que éstos tengan acceso a algunas de sus semillas para aumentar la productividad. Otras empresas han adquirido compromisos similares.
“No es sostenible seguir distribuyendo las semillas gratuitamente entre los agricultores de forma perpetua.”
Todo ello lleva a otro motivo por el que las plantas transgénicas que crecen en los invernaderos de la sede de Monsanto son importantes. En 2008, esta empresa concedió a la Fundación Africana para las Tecnologías Agrícolas, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la investigación situada en Nairobi (Kenia), una licencia gratuita y perpetua que le permitía usar su tecnología para desarrollar cultivos resistentes a las sequías. En caso de que los agricultores de subsistencia comenzaran a tener beneficios en el futuro, Monsanto les podría vender semillas con otro tipo de rasgos. Esta colaboración, que cuenta además con una ayuda de 37 millones de euros de las fundaciones Bill y Melinda Gates (Washington, EE. UU.) y Howard G. Buffett (Illinois, EE. UU.), es uno de los pocos proyectos de gran envergadura en los que el sector público y el privado se han unido para hacer frente a la falta de alimentos en los países en vías de desarrollo. Las empresas sostienen que estas inversiones son inteligentes desde el punto de vista empresarial, ya que les permitirán crear clientes en el futuro a medida que los agricultores de estos países empiecen a generar beneficios y puedan comprar semillas. Además, para ellas es una oportunidad de lavar su imagen corporativa a través de esta acción humanitaria.
Progreso lento
Sin embargo, un lavado de imagen no será suficiente para hacer frente al profundo escepticismo de los detractores de la biotecnología comercial. A juicio de éstos, hasta ahora los cultivos modificados genéticamente apenas han ayudado a los países en desarrollo, como lo demuestra la falta de avance de otras iniciativas humanitarias anteriores. Por ejemplo, el arroz dorado —arroz transgénico diseñado para combatir el déficit de vitamina A— se está desarrollando desde 1990 y los críticos se preguntan a qué se debe semejante demora. Les preocupa que el control del sector privado sobre la propiedad intelectual esté ralentizando el progreso en las investigaciones y critican que estas tecnologías supuestamente revolucionarias aún no hayan servido para alimentar a los estómagos más hambrientos. Según Achim Dobermannel, director general adjunto del Instituto Internacional de Investigación sobre el Arroz (IRRI), situado en Manila (Filipinas) y miembro del GCIAI, “el sector privado no está haciendo lo suficiente”.
Por su parte, Roger Beachy, director del Instituto Nacional de Alimentación y Agricultura, del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, duda del compromiso de las empresas de biotecnología en el sector agrícola y se pregunta si han hecho todo lo posible en los países en desarrollo. “¿Cuál consideran que es su responsabilidad en estos países?”, se pregunta. En opinión de muchos científicos, la respuesta a estas preguntas se esconde tras una fachada corporativa.
Ésa es precisamente la razón que me ha traído aquí, al invernadero de Monsanto en el que me estoy marchitando poco a poco, y que me llevó también a visitar otros dos gigantes del sector, Pioneer Hi-Bred (Iowa, EE. UU.) y Syngenta, empresa suiza cuya sede de investigación se encuentra en Reino Unido, para examinar sus laboratorios, invernaderos y campos de pruebas, en los que crece la siguiente generación de cultivos. Además de ver sus instalaciones, mi objetivo era entrevistarme con los investigadores y ejecutivos más experimentados para hablar sobre el futuro de la ciencia, de su negocio e, inevitablemente, de la alimentación en el mundo.
En este momento estoy sentada en el único banco que hay en la sala de espera del edificio A, el principal de la sede de Monsanto, junto a un guardia de seguridad muy amable. Los edificios de la B a la Z se encuentran repartidos a lo largo de los jardines perfectamente cuidados y los enormes estacionamientos que forman el resto de las instalaciones. Monsanto cuenta con alrededor de 5.000 científicos y auxiliares técnicos en todo el mundo y su presupuesto en I+D se divide a partes iguales entre la biotecnología y el cultivo de plantas tradicional (fitomejoramiento). Monsanto, al igual que las otras dos empresas que visité, no desglosa qué parte del presupuesto se destina a proyectos humanitarios.
“Probablemente, sin la cooperación del sector privado nunca habríamos solucionado el asunto de la propiedad intelectual.”
Los científicos de Monsanto que se encargan de la modificación genética examinan cientos o incluso miles de genes de plantas, bacterias y otros organismos en busca de aquellos que puedan dotar a las plantas de los rasgos deseados. Por ejemplo, el gen de B. subtilis resistente a sequías, cspB, ayuda a las bacterias a afrontar las condiciones extremas del entorno, tales como temperaturas bajas. Cuando se introduce en las plantas de maíz, les ayuda a resistir las sequías desenredando el ARN, que se pliega anormalmente cuando la planta sufre falta de agua. En teoría, la planta puede traspasar esta energía a las semillas, pues ya no tiene que utilizarla para desenredar el ARN.
Lejos de los sofocantes invernaderos se observan numerosos carteles en seis idiomas que recuerdan el “compromiso” mundial de Monsanto. La empresa promete regirse por el diálogo, la transparencia, el respeto, la generosidad y los beneficios. Bob Reiter, vicepresidente del departamento de tecnologías de cultivo en Monsanto, se muestra sincero al hablar del componente empresarial asociado a su labor humanitaria. Los cultivos que generan beneficios para la empresa a corto plazo en los países más ricos también pueden generarlos a largo plazo en los países con menos ingresos. Según nos explica, “la idea inicial es ayudar a los agricultores de subsistencia para que su situación mejore, por lo que es necesario que haya una vertiente humanitaria. Sin embargo, es necesario pensar en cómo crear un sector agrícola viable en África y no es sostenible distribuir las semillas gratuitamente entre los agricultores de forma perpetua.”
Plan a largo plazo
Éstos son los planteamientos que empujaron a Monsanto a formar parte de esta asociación público-privada con la Fundación Africana para las Tecnologías Agrícolas. No se trata de regalar las semillas de aquellas plantas que crecen bien en los invernaderos, sino más bien de compartir los recursos utilizados para conseguirlo como, por ejemplo, el gen cspB e información sobre otros genes y rasgos resistentes a las sequías que los investigadores están introduciendo en el maíz a través de técnicas de fitomejoramiento tradicionales. Los cultivos que se desarrollen como fruto de esta colaboración se distribuirán de forma gratuita entre los agricultores de subsistencia. En teoría, si un país evoluciona de la agricultura de subsistencia a la comercial, la empresa podría empezar a cobrarle por la semilla.
Antes de eso, sin embargo, Monsanto tiene que plantar la “primera generación” de semillas resistentes a las sequías en los países desarrollados. La empresa ha concluido ya la fase de pruebas de la semilla. Ahora debe obtener la aprobación de las agencias reguladoras federales de Estados Unidos y aumentar la producción de estas semillas. Los investigadores de Monsanto ya están trabajando en cultivos de “segunda generación” que pueden crecer en una mayor variedad de entornos, aunque no sueltan prenda sobre los detalles. Detrás de las hileras de puertas plateadas que llevan a las 108 cámaras de cultivo de Monsanto crece a buen seguro una semilla de maíz aún más resistente.
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[Sequías letales: las empresas de biotecnología colaboran con fundaciones públicas para desarrollar cultivos resistentes a sequías y a terrenos con un déficit de otros elementos.]
Ingeniería automatizada
Al norte de Missouri, donde se halla la sede de Monsanto, se encuentra el estado de Iowa. A las afueras del pequeño pueblo de Johnston, las últimas hileras de casas dan paso a un inmenso maizal verde que cubre todo el horizonte. Entre medias se ven algunos trozos amarillos donde el maíz no ha crecido bien a consecuencia de las últimas tormentas, que han inundado parte de los campos y los han dejado sin algunos nutrientes esenciales para que los cultivos crezcan de forma sana, entre ellos, los fertilizantes nitrogenados.
Pioneer Hi-Bred, empresa que forma parte del gigante químico DuPont, vio aquí una oportunidad para mejorar las cosechas de sus clientes. Cuando el precio de los fertilizantes nitrogenados superó los 350 € por tonelada en 2008, casi el doble del año anterior, la empresa reactivó un proyecto de investigación iniciado en 2005 con el fin de desarrollar híbridos de maíz que produjeran el mismo rendimiento con menos fertilizante.
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[Maíz experimental en un invernadero de Pioneer Hi-Bred.]
Pionner no llega a ser un gigante del tamaño de Monsanto: en 2009, DuPont destinó 575 millones de euros a I+D en agricultura y nutrición, cifra que incluye el trabajo de Pioneer Hi-Bred en semillas y protección de cultivos. En la actualidad, la empresa ha automatizado el proceso por el que se vinculan los genes introducidos en las plantas con los rasgos deseados. Un robot recoge las plantas de maíz de las cintas transportadoras y otro toma imágenes digitales de éstas para evaluar rápidamente la forma en que los nuevos genes han modificado su crecimiento.
En el caso de Pioneer, los investigadores encontraron un posible gen en el alga roja Porphyra perforata, que crece en entornos con niveles de nitrógeno 100 veces menores que los que necesita el maíz. El gen codifica la enzima nitrato reductasa, que convierte el nitrato en nitrito. El científico Dale Loussaert, que trabaja en el proyecto que estudia este gen, admite que “en realidad, no sabemos exactamente cómo funciona, pero los modelos de la planta en el laboratorio son prometedores y la cosecha tiene buen aspecto”. Aun así, la empresa considera que se necesitarán 10 o 12 años para poder sacar el producto al mercado.
Pioneer también ha llegado a un acuerdo para donar las tecnologías transgénicas, los marcadores moleculares y otros recursos vinculados con el proyecto a una asociación público-privada, a través del proyecto Maíz Mejorado para los Suelos de África, que se inició en febrero de 2010 y cuyo máximo responsable es el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, con sede en México, que forma parte del GCIAI. Este proyecto está financiado con unos 15 millones de euros por la Fundación Bill y Melinda Gates y la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos. Las variedades de maíz que se desarrollen a través de este proyecto se distribuirán gratuitamente entre las empresas que vendan semillas a agricultores de pequeña escala en el África subsahariana.
Además, Pioneer también participa en un proyecto dirigido a aumentar el valor nutricional del sorgo, alimento de primera necesidad para cientos de millones de personas en África y Asia. El sorgo contiene un alto nivel de fitato, la forma en la que las plantas almacenan fósforo. Esta molécula interactúa en gran medida con los aminoácidos esenciales, la vitamina A, el hierro y el zinc, haciendo que éstos no se puedan digerir. Como consecuencia de ello, quienes se alimentan principalmente del sorgo padecen a menudo desnutrición. Desde que se unió al proyecto en 2005, la empresa ha donado tecnologías por valor de 3,8 millones de euros. Este programa está liderado por la fundación sin ánimo de lucro African Harvest, con sede en Nairobi (Kenia).
Florence Wambugu, fundadora y máxima responsable de esta organización, formaba parte de un panel de asesores científicos de DuPont, por lo que sabía que la empresa estaba desarrollando tecnologías muy útiles para su proyecto de aumentar el valor nutritivo del sorgo. Así pues, se puso en contacto con ellos para pedirles ayuda. Tal como explica, “no se trata sólo de la donación de tecnologías, esto no se reduce a un producto. Necesitamos la ayuda de expertos para gestionar el dinero y dirigir a la gente, y asegurarnos de que vamos cumpliendo nuestras metas”. Marc Albertsen, científico de Pioneer Hi-Bred y uno de los dos investigadores principales del proyecto del sorgo, apunta que las pruebas realizadas en junio demostraron que las variedades transgénicas de sorgo creadas por su empresa produjeron un 80% menos de fitato, un 20% más de hierro y un 30% más de zinc que las variedades convencionales.
Sin embargo, estos resultados no van a aplacar a los críticos. Según Gregory Graff, economista especializado en agricultura, de la Universidad Pública de Colorado en Fort Collins (EE. UU.), la mayor parte del gasto de las empresas en I+D se destina a los cultivos que más beneficios producen, con rasgos como el control de plagas. En cambio, los cultivos más importantes para los países en desarrollo se dejan de lado. Este experto afirma que “sacan a relucir dos o tres ejemplos de investigaciones de carácter humanitario, como los cultivos resistentes a las sequías o el arroz dorado, pero éstas comenzaron hace mucho tiempo y ninguna está lista aún”.
Graff cree que la falta de progreso se debe en gran parte al bloqueo que el sector privado ejerce sobre de los derechos de propiedad intelectual que afectan a tecnologías esenciales, como los marcadores genéticos, las secuencias de genes clave y los “promotores” que regulan la expresión genética. Dobermann, del IRRI, está de acuerdo en que el acceso a la propiedad intelectual supone un problema. En su institución, quieren experimentar con distintos rasgos para mejorar la resistencia de las plantas a las sequías y su eficacia en el uso del nitrógeno, pero se encuentran con “tantas restricciones” en el uso de tecnología patentada que los investigadores de su centro decidieron que “no merecía la pena intentarlo —explicó—. Sólo nos quedan dos opciones: reinventar la tecnología nosotros mismos o utilizar una solución de segunda categoría”.
Por su parte, el vicepresidente del departamento de biotecnología agrícola en DuPont, John Bedbrook, está de acuerdo en que existen “tensiones” en torno al acceso a la propiedad intelectual, pero considera que la empresa tiene que mantener una actitud “objetiva”. En su opinión, si no existiera la propiedad intelectual, lo primero que ocurriría sería que las empresas no tendrían incentivos suficientes para invertir en la investigación. Sin embargo, también cree que éstas podrían tener una actitud “más abierta a la hora de permitir el uso de algunas tecnologías”, como los promotores. Por otro lado, según Reiter, a menudo la concepción que se tiene sobre las restricciones en el uso de la propiedad intelectual es errónea. Cuando los investigadores públicos piden a la empresa acceso a tecnología patentada, es muy frecuente que el tema de su investigación no esté cubierto por ninguna patente. Ello nos lleva a la siguiente pregunta: ¿cuál es el verdadero motivo por el que se están retrasando estos proyectos?
La causa real de la demora
Sobre este punto traté en mi visita a Syngenta, cuya sede en Reino Unido se extiende a lo largo de 260 hectáreas de terreno verde en una zona agrícola de Inglaterra, cerca de Bracknell. Syngenta ha colaborado con el sector público a través del proyecto de arroz dorado, al que se unió en 2001 la empresa AstraZeneca (cuya sección de agricultura comercial se convirtió más tarde en Syngenta). Su objetivo era aumentar la cantidad de precursores de vitamina A en el arroz y distribuir de forma gratuita las semillas entre los agricultores de subsistencia en el África subsahariana (el IRRI, que forma parte del Consejo Humanitario sobre el Arroz Dorado, espera que las semillas lleguen a los agricultores antes de 2012). En el resto del mundo, la empresa mantiene los derechos de comercialización. Sin embargo, algunos críticos ven el caso del arroz dorado como un fracaso agonizante, por el tiempo que está tardando en llegar a buen puerto, y muestran serias dudas acerca del compromiso de la empresa con este proyecto, que parece haberse atascado en una maraña de patentes.
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[Invernaderos destinados a la investigación en Syngenta.]
Ingo Potrykus, presidente del Consejo Humanitario sobre el Arroz Dorado y uno de los inventores de este alimento, afirmó que no es cierto. Según explicó, en un principio se pensó que serían necesarias licencias gratuitas para el uso de 70 patentes sobre tecnologías utilizadas en el desarrollo del arroz dorado. Sin embargo, cuando Syngenta se unió al proyecto, sus abogados descubrieron que sólo unas pocas de estas patentes eran aplicables en los países en los que éste se pretendía implantar. Así que, en realidad, según afirma, la propiedad intelectual no ha supuesto un problema grave. “Probablemente sin la cooperación del sector privado nunca habríamos solucionado el asunto de la propiedad intelectual y el proyecto habría finalizado en ese punto”, explicó Potrykus.
Mike Bushell, científico de Syngenta, considera que los motivos por los que los cultivos transgénicos necesitan tanto tiempo son la complejidad tecnológica y normativa. Según apuntó, “la etapa de I+D lleva alrededor de diez años y, cuando ésta acaba, hay que pasar a la fase reguladora”. Este experto piensa que los críticos no tienen en cuenta el tiempo que se necesita para desarrollar variedades de cultivos con rasgos complejos, como la resistencia a la sequía, que requieren el uso de gran cantidad de genes y dependen en gran medida de las condiciones del entorno. Además, para superar los obstáculos normativos, es necesario llevar a cabo infinidad de pruebas con el fin de demostrar que la expresión de un gen es estable y segura.
Coincidiendo con nuestro paso por la “máquina monzónica” de Syngenta, que recrea condiciones atmosféricas extremas, comenzamos a tratar el asunto de los cultivos genéticamente modificados y su regulación. Durante 2004 y 2005, la empresa trasladó de Europa a Estados Unidos el grueso de sus investigaciones en este campo, en parte porque en el viejo continente la normativa para este tipo de estudios era muy restrictiva y porque, además, no existía mercado. No obstante, este año se han percibido algunas señales de que la actitud de Europa con respecto a la modificación genética de cultivos se está suavizando, lo cual, según Bushell, podría ser una buena noticia para los países en desarrollo. Aunque admite que este tipo de cultivos no son el único factor para aumentar la producción de alimentos, en especial, en los países en desarrollo, sostiene que sí son un componente importante, junto con otros como la mejora de las prácticas agrícolas y de los métodos tradicionales de fitomejoramiento.
Nicholas Kalaitzandonakes, economista especializado en agricultura de la Universidad de Misuri-Columbia, que sigue con atención el sector de la biotecnología agrícola, considera que las empresas privadas está realizando unas inversiones sustanciales a través de sus asociaciones con entidades públicas. “Creo que en el sector privado saben que no van a ganar dinero con estos productos en los países en vías de desarrollo, pero aun así quieren distribuirlos. Ahora bien, también quieren protegerse.” Tal como explicó, en caso de que algo fallara (por ejemplo, que la investigación fuera un fracaso, la asociación se rompiera o un alimento transgénico contaminara los productos del mercado local), la empresa podría enfrentarse a una responsabilidad económica muy grande, así como a un desplome de su imagen pública. “No es fácil la gestión del riesgo real y el potencial.”
Esta precaución es una de las razones por las que existen tan pocas asociaciones de este tipo. Sin embargo, Kalaitzandonakes se muestra optimista y piensa que una vez que uno de los productos salga al mercado —ya sea el arroz dorado, el maíz resistente a las sequías o el sorgo biofortificado—, tanto las empresas como los gobiernos y la opinión pública tendrán menos dudas para apoyar al siguiente. En Syngenta también se percibe optimismo. A comienzos de este año, la empresa creó un proyecto junto con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo para la investigación y el desarrollo de variedades de trigo más productivas destinadas a los agricultores de los países en desarrollo. Bushell apunta que la empresa ha aprendido mucho de su participación en el desarrollo del arroz dorado.
En el exterior, los campos de trigo otoñal están rodeados por una amplia franja de hierbas y flores silvestres, diseñada para atraer a las abejas y otros insectos polinizadores. Esta práctica agrícola, que Syngenta espera extender por toda Europa, es otra de las medidas de la empresa para conseguir una agricultura sostenible. La alimentación del mundo en el futuro no sólo depende de los cultivos, por muy inteligentes que sean sus diseños: es necesario que los ecosistemas en los que crecen tengan también un futuro.
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Invernaderos de alta tecnología

Desde que publiqué el mes pasado el reportaje sobre Natural Growers, una finca de alta tecnología situada en Retamar (Almería) y que ha sido reconocida por la certificadora NSF como la mejor explotación hortofrutícola del continente, han sido varios los lectores que me habéis invitado a conocer proyectos similares. Uno de ellos es Andrés Navarro, director de Filclair España. Filclair es una compañía francesa asentada en distintos continentes y que construye invernaderos – llave en mano – de alta tecnología por todo el mundo. Andrés se dedica al continente americano, donde pasa gran parte del año, aunque os puedo asegurar que el café que nos tomamos fue en Las Norias (El Ejido, Almería) y no en la República Dominicana. Nombro este país porque la fotografía de abajo en la que aparece Andrés está tomada en esa isla caribeña en un invernadero de pimiento levantado por Filclair.




Navarro me explica lo difícil que es concienciar a algunos productores españoles de la importancia de dar el salto a la alta tecnología para poder ser competitivos de cara al futuro. Le respondo que no todo el mundo tiene capacidad adquisitiva para dar ese salto y hacer la inversión necesaria. En todo caso lo pueden hacer los empresarios agrícolas y no los agricultores porque en el modelo actual conviven ambos y no son lo mismo.

Andrés Navarro me describe cómo sería un invernadero adaptado a nuestra condiciones en el que se pueda hacer un buen control del clima a un precio lo más asequible posible. Según él, habría que descartar el ‘raspa y amagado’ para irse a un multitúnel con calefacción por mangueras. Se evitaría así la bajada de temperaturas nocturnas, los picos, y se eliminaría la humedad.

Invernaderos de un mínimo de 6 metros bajo canal para lograr un mejor microclima interior y así amortiguar las temperaturas más altas y bajas. Doble ventana cenital para la ventilación más intercambio de CO2.

Me comenta que en la República Dominicana se logran fácilmente con estas estructuras producciones de tomate de 30 a 40 kilos por metro cuadrado, en pimiento entre 15 y 18 kilos, y en pepino entre 40 y 50 kilos. En México las productividades que me describe son aún mayores. ¿Serán los invernaderos del futuro? ¿O solo estarán al alcance de aquellos que en la agricultura sean como el Real Madrid y el Barcelona?

La imagen de abajo es de un proyecto de Filclair en México.



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Tecnología LED para unos invernaderos más eficientes

La utilización de tecnología LED en invernaderos, ha hecho que se dispare el número de invernaderos comerciales y el área que ocupan. En los Países Bajos, por ejemplo, los invernaderos ocupan alrededor de 0,25% de la superficie terrestre de todo el país. Y Holanda no es ni siquiera el mayor productor de verduras de invernadero en Europa. Esa posición la ocupa España. Hoy día, el mayor productor de verduras de invernadero en el mundo es China.

Este tipo de agricultura tiene un impacto significativo sobre el medio ambiente. Los invernaderos comerciales tienen que ser iluminados y calentados de un modo que optimice el crecimiento. Y hasta el 35% del coste de los tomates de invernadero proviene de esta calefacción e iluminación.

Así que es importante preguntarse cómo minimizar la cantidad de energía necesaria para desarrollar estos cultivos en invernaderos. Una de las respuestas más obvias consiste en hacer que los invernaderos pasen de usar iluminación incandescente tradicional, por lo general lámparas de sodio de alta presión, a más LED de bajo consumo. Así, tendremos un invernadero muy bien iluminado, pero con menos costos en iluminación. Resultado: Invernaderos más rentables.

Esto podría parecer una obviedad económica, pero el cambio se ha producido lentamente dentro de la industria de los invernaderos, debido al alto coste inicial de los LED. Los agricultores se cuestionan si pueden llegar a recuperar el coste inicial de un sistema completamente nuevo de iluminación.

Una respuesta nos llega gracias al trabajo de Devesh Singh y sus colegas en el Centro de Hannover para Tecnologías Ópticas de la Universidad de Hannover en Alemania. El equipo ha comparado los costes del ciclo vital de las lámparas de sodio de alta presión tradicionales frente a LED para iluminación de invernaderos.

Y señalan que las ventajas son evidentes. Calculan que el coste acumulado de las lámparas de sodio de alta presión supera al de los LED a los siete años, y que después de 16 años el coste acumulado de las lámparas de sodio de alta presión es más del doble que el coste equivalente de LED.

Resulta fácil ver de dónde proceden estos ahorros. Aunque las lámparas de sodio de alta presión son individualmente más baratas que los LED, tienen que cambiarse todos los años, en comparación con los 19 años que dura un LED. Y, por supuesto, los LED consumen considerablemente menos electricidad, desperdiciando menos calor en el invernadero.

Pero la parte más interesante del análisis de Singh y compañía está en el potencial de los LED para cambiar la forma en que se cultivan las verduras y hortalizas en los invernaderos. Las lámparas de sodio de alta presión emiten luz a través de toda la parte visible del espectro e incluso hasta en la zona de infrarrojos, donde gran parte de la energía se pierde en forma de calor. Por el contrario, los LED se pueden ajustar para emitir luz en zonas muy específicas del espectro.

Los fisiólogos vegetales saben desde hace tiempo que la clorofila absorbe principalmente las partes azul, verde y roja del espectro, pero absorbe poco la naranja y la amarilla. Así que tendría sentido producir luz sólo en estas partes del espectro. Por supuesto con los LED resulta fácil, pero es imposible con las lámparas de sodio

Al mismo tiempo, varios investigadores han demostrado que los patrones de floración y germinación están influenciados por la luz verde, y esa frecuencia de la luz también influye en la biomasa de ciertas plantas, así como en su contenido nutricional.

Por ejemplo, unos niveles más altos de luz roja aumentan la producción de tomates y el contenido de vitamina C de la mostaza, las espinacas y las cebollas verdes. "La luz verde también contribuye al crecimiento y desarrollo de la planta", señalan Singh y su equipo.

Aún se desconoce exactamente el modo en que las distintas frecuencias influencian el crecimiento, la biomasa y el contenido nutricional de la planta. Razón por la cual los científicos de plantas de todo el mundo están estudiando el fenómeno actualmente, en un intento por explotarlo en el futuro.

Por el momento, la estrategia de los agricultores de invernadero parece clara: pasarse a la iluminación LED lo más rápido posible. La inversión debería ser rentable en unos pocos años y las ventajas de poder influir en los rendimientos y la calidad de la producción deberían comenzar a notarse durante los años siguientes.

Es un tema complejo, con numerosos matices. Existen muchos argumentos a favor de comer alimentos cultivados localmente, ya que los costes de transporte son más bajos. Los invernaderos permiten una mayor variedad de frutas y verduras en un clima determinado. Los LED ofrecen a los agricultores una mayor flexibilidad a un coste más bajo y con un menor impacto ambiental. Sin duda son objetivos que vale la pena seguir.
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5 espectaculares invernaderos del mundo

La migración de personas del campo a las ciudades es un fenómeno asociado con la rápida urbanización. Los investigadores han predicho que más del 80% de la población, para el año 2050, migrara a las ciudades y comenzará a habitar allí. Las granjas y los países cercanos serán abandonados.

Para las necesidades de la agricultura y la explotación necesitan tener bastante tierra disponible en las ciudades. Por lo que la gente tendrá que depender de los invernaderos y huertas para cultivar sus hortalizas caseras, etc. Esto se debe a que en el invernadero las plantas obtienen la luz del sol y no están expuestas a las despiadadas condiciones climáticas….



1. Solar powered greenhouse




Solar powered greenhouse invernadero energia solar

Solar ReFeel, una empresa que trabaja en el sector de las energías renovables está empezando su proyecto de invernadero. Para este proyecto han colaborado con Solyndra (líder en la industria solar). Solar Refeel tiene la intención de utilizar el sistema fotovoltaico en el efecto invernadero y mejorar la productividad de los cultivos. El sistema fotovoltaico Solyndra, es de forma cilíndrica en su diseño y no plana como otros sistemas fotovoltaicos.

Los cilindros le permiten que más luz entre en el invernadero. Esto hace que los cultivos crezcan con mayor habilidad.La compañía tiene el objetivo de combinar el efecto invernadero con sistemas de energía solar con sensores de activado. Esto llevará al efecto invernadero a la electricidad también junto con los alimentos.

2. Camarillo’s greenhouses


Camarillo’s greenhouses invernaderos espectaculares asombrosos

El objetivo de los invernaderos de Camarillo, desarrollado por una empresa agrícola de Canadá (Houweling Nurseries) es servir a la agricultura sostenible. Es un complejo de 50$ millones. Todo el complejo es un ecosistema que es totalmente independiente. Nada se desperdicia en este ecosistema. Hay células solares fotovoltaicas (cinco hectáreas). Estas células fotovoltaicas suministran con 2,1 MW de energía eléctrica al complejo. Esta electricidad se utiliza para ejecutar los sistemas que controlan el clima y las bombas de agua.

El agua de lluvia se recolecta mediante la recopilación en un acre. Esta agua se filtra y luego se usa para el riego. Esta casa verde, además de la recolección de agua y la generación de electricidad se jacta de producir más fruta (20 veces más) que otras granjas convencionales. No hay pesticidas y herbicidas en este invernadero de plantas en crecimiento. Fertilizantes mínimos se utilizan ya que no hay gérmenes ni polvo en el invernadero. El escape de refrigeración y el calor solar es recogido por el sistema térmico. El calor se utiliza para calentar el invernadero.


3. Hiroshi Iguchi’s greenhouse


Hiroshi Iguchi’s greenhouse invernadero

El aspecto único y más importante de la Hiroshi Iguchi’s greenhouse es que se ha hecho con materiales sostenibles. El diseñador Hiroshi Iguchi propone algo más allá de un invernadero. Propone una casa de efecto invernadero. La Hiroshi Iguchi’s Camouflage House es una casa situada dentro de un invernadero. La casa de efecto invernadero es un componente del 5th World project. La Casa de camuflaje aspira a fomentar una arquitectura sostenible, respetuosa con el medio ambiente. La casa de camuflaje utiliza materiales naturales para su construcción.

Además de proteger los árboles y las plantas de las temperaturas extremas también protege a las personas. El diseño también incorpora algunos árboles en la casa. A estos árboles se les permite salir de los techos de las casas por los espacios abiertos a la izquierda en el techo.


4. Plantagon urban greenhouse


Plantagon urban greenhouse invernadero urbano

Alrededor del mundo los pueblos son los productores de alimentos. Los estudios demuestran que en el año 2050 las ciudades se llenaran en más del 80% ya que la población migrara a las ciudades. La localización y definición de las granjas también cambiarán a medida que más y más gente lleguen a las ciudades. Plantagon, una empresa sueco-americano, está utilizando una tecnología innovadora y está tratando de crear nuevos parques para residentes urbanos de hoy.

Están resolviendo el problema del poco espacio para el cultivo hoy en nuestras ciudades, como nuestras ciudades ya están superpobladas y las personas que viven en las altas casas verticales no tienen espacio para expandirse horizontalmente, Plantagon ha creado Plantagon urban greenhouse. Esta casa verde está hecha de grandes domos geodésicos que tienen rampas en espiral en el interior.

Las plantas se cultivan en la rampa en espiral construida en el interior de la granja vertical. Esta nueva técnica de producción de alimentos va a cambiar el estilo de producción. La mercancía se suministra directamente a los consumidores, ayudando a reducir el costo del transporte y también ayudar en el sostenimiento del medio ambiente.La compañía está optimista de que la primera granja vertical estará en funcionamiento en los próximos 3 años.


5. Recycled windshield greenhouse


Recycled windshield greenhouse reciclado invernadero

Se trata de un invernadero sostenible hecho por el arquitecto Sebastián Ramírez. Un diseñador eco-consciente y que usa el vidrio del parabrisas para construir un invernadero completamente funcional. La casa verde se ha erigido en 8 troncos de madera y están conectados con el vaso por las raices. La casa verde es de forma triangular.
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Control de plagas y enfermedades en el invernadero

El impacto de las plagas en las plantas sobre el productor de hortalizas de invernadero es directa y significativa. Los productores interesados ​​deben entender que los ambientes cálidos son un paraíso tanto para los cultivos como para las plagas que los afectan. Los organismos causantes de enfermedades, los insectos y los nemátodos pueden causar serios problemas en los invernaderos. Sin un período de verdadero invierno, a diferencia con los climas fríos, las poblaciones de plagas pueden seguir activas durante todo el año. 
Si una persona está interesada en la construcción, o inicio de una operación de invernadero, hay ciertas consideraciones importantes que se deben entender sobre las plagas, y su potencial para reducir o destruir un cultivo de invernadero. En primer lugar, un invernadero proporciona un entorno protegido en el que las plagas pueden prosperar. El corazón mismo del concepto de la agricultura de invernadero es hacer crecer las plantas, proporcionando un medio para proteger el cultivo del calor extremo, frío, lluvia, y los numerosos factores ambientales que de otra manera, pueden retrasar o impedir un cultivo en particular, en un período determinado del año. Las plagas que pueden habitar en un invernadero, en consecuencia, quedan protegidas de la misma forma de los factores ambientales difíciles, que normalmente ayudan en su control, cuando se produce un cultivo al aire libre o en condiciones de campo. Por ejemplo, la fuerza de la lluvia y el viento a menudo ayudan a mantener un control económico sobre ácaros, pulgones y otros insectos. La luz solar directa y los constantes cambios de temperatura que a menudo se obtienen en condiciones abiertas, también juegan un papel importante en el control natural de las plagas. El invernadero, literalmente, protege a sus plantas y en consecuencia a sus respectivas plagas de estas condiciones ambientales. Un grave problema a considerar es la falta de disponibilidad de medidas de control químico para el invernadero. Por ejemplo, los tomates cultivados en condiciones de campo pueden tener varias decenas de insecticidas y fungicidas que se pueden utilizar en ellos, no así en el invernadero. Estrictas leyes en muchos países reducen notablemente el número de pesticidas que pueden ser utilizados en los tomates u otros vegetales de invernadero. El material no debe ser utilizado si específicamente en la etiqueta dice "no apto para el uso en invernadero". 
Hay graves situaciones jurídicas y de responsabilidad que un productor de invernadero podría enfrentar al utilizar sustancias tóxicas en lugares cerrados. Esta es una de las razones principales por las que la mayoría de los plaguicidas utilizados en condiciones de campo no se puede utilizar en situaciones de invernadero. Al comparar una y otra condición, en el uso de campo, los pesticidas pueden secarse o evaporarse en la planta a un ritmo diferente y emitir los vapores tóxicos mucho más rápido que en las condiciones del invernadero, así como responder de forma diferente en muchos otros efectos químicos y físicos. En el invernadero los gases tóxicos producidos no podrán escapar libremente, por lo que no se diluyen al ambiente tan rápido como lo hacen en las condiciones de campo, por lo tanto son un riesgo potencial para el productor. Un cultivador de invernadero también se enfrenta al problema de las cosechas frecuentes durante un largo período de tiempo. Los tomates de invernadero, por ejemplo, se recogen con frecuencia durante el período de cosecha, lo que impide el uso de muchos plaguicidas eficaces que se pueden usar, sólo si se aplican un tiempo determinado antes de la cosecha. El éxito económico del cultivo en invernaderos radica en la capacidad que ofrece para cosechar pequeñas cantidades de fruta madura, de alta calidad y precio, en lugar de cosechar grandes cantidades con un mínimo de ganancias. Los residuos de plaguicidas son de nuevo más de un problema potencial en estas condiciones. Otra consideración que un productor potencial de invernadero debe enfrentar, es que los equipos disponibles para aplicar plaguicidas de forma eficiente en condiciones de invernadero pueden ser muy limitados. El productor de tomate de campo, por ejemplo, tiene una amplia gama de opciones de equipos de aplicación, tales como aviones, equipos sofisticados y las unidades tractoras de quimigación para el uso en sus operaciones. El productor del invernadero con frecuencia sólo tiene acceso a las unidades manuales de pequeña capacidad por lo que se ven muy limitados en las boquillas, la presión, y la flexibilidad de la aplicación por aspersión. Al no tener el equipo adecuado y disponible, es difícil obtener el control de muchas plagas bajo condiciones de invernadero. El productor, por lo tanto, debe tener especial cuidado en la planificación a largo plazo, la selección, el uso y la aplicación de plaguicidas.

La etapa de planificación para el sistema de producción debe incluir las siguientes consideraciones:


Adecuado diseño del invernadero (sobre todo la altura, la calefacción, las telas de recubrimiento, y los componentes de ventilación) y un sistema de riego que minimice la humedad en las hojas y la humedad a nivel de la cobertura vegetal.
Establecer métodos estrictos de desinfección del sustrato ya usado, las herramientas y equipos que hallan tenido contacto con el suelo del campo y las desinfecciones del personal que entra y sale del invernadero.

La selección de variedades resistentes a las plagas existentes.
Uso posturas saludables libres de plagas que reduzcan al mínimo la introducción de patógenos, nematodos e insectos.

Programas óptimos de fertilización que resulten en un crecimiento saludable y rápido.
Explorar con frecuencia las plantas en busca de enfermedades, nematodos e insectos durante el período vegetativo.
Las prácticas de saneamiento que reduzcan al mínimo el movimiento de microorganismos de las plantas enfermas a las sanas, incluyendo la eliminación de todos los materiales vegetales después de la cosecha final.
Tener buenas prácticas de cosecha y transporte que maximicen la calidad del producto.La aplicación de tales prácticas integradas garantizarán la producción económica y un ambiente aceptable para el cultivo de vegetales en invernadero. 


Saneamiento pre-siembra

Preparación de la casa. Al término de la cosecha anterior, se debe eliminar la mayor cantidad de restos de los cultivos anteriores como sea posible. Los desperdicios no debe ser desechados en una pila al lado del lugar de producción porque los patógenos de las plantas pueden mantenerse en los restos vegetales aun fuera de temporada. Todas las casas deben limpiarse de los restos caídos de plantas y limpiar todas las superficies para dejarlas libres de tierra, sustrato, etc. Los sistemas de producción que han tenido incidencia de enfermedades de raíz y tallo debe ser rigurosamente desinfectados. En los sistemas hidropónicos (colectores, tuberías, y medios de crecimiento) deben tratarse con un desinfestante adecuado. Todas las casas de producción se beneficiarán de la acción pasiva de la solarización durante el período sin cosecha en el verano. Las estructuras pueden ser selladas por completo después de humedecer los medios de cultivo, las superficies, etc. Las temperaturas generadas adentro del invernadero deben exceder los 130°F lo que contribuirá a la erradicación de los patógenos y plagas en la zona de producción.
Las casas deben ser inspeccionadas para detectar los puntos de posible entrada de tierra no estéril o insectos vectores de virus vegetales. Todas las entradas de aire deben estar cubiertas con pantallas a prueba de insectos y pantallas a prueba de suelo. El terreno adyacente a las casas de producción debe mantenerse segada con cortes frecuentes. El control adecuado de las malezas es necesario si las poblaciones de malezas son hospederas de las enfermedades y plagas que afectan los cultivos del invernadero.
Preparación del sustrato. La incidencia de enfermedades de raíz o de tallo debe ser cuidadosamente registrada si se usan las técnicas de bolsa u otros sistemas llenos con sustrato. Las bolsas infestadas deben ser desechadas al final de la temporada o inmediatamente después de la muerte de la planta. Los sutratos en canteros infestados deben ser desechados o esterilizados en su lugar. Si se descarta el sustrato, el nuevo, se debe mezclar en losas de concreto desinfestadas para evitar la contaminación con el suelo exterior. Todos los dispositivos deben estar completamente desinfectados antes volverse a rellenar. Se deben esterilizar todas las canales entre cultivo y cultivo en dependencia del diseño de la casa, la disposición productos esterilizantes, y el tipo de licencia del cultivador. También de debe esterilizar entre cosechas la tierra (suelo) en los invernaderos que utilizan este tipo de producción. La fuente de agua. Cuando se han producido problemas persistentes de enfermedades en la raíz o el tronco, una posible fuente de patógenos puede ser agua de riego. En algunos lugares, los pozos poco profundos, los estanques, las acequias o canales a menudo contienen niveles significativos de bacterias y hongos patógenos de plantas que pueden ser introducidos en un sistema de producción limpio a través del riego. El agua de pozos profundos (60 a 75 pies) y el agua pública de la cañería están generalmente libres de este riesgo de la intrusión de agentes patógenos. También la ubicación del colector de aguas debe ser controlado, ya que los terrenos circundantes pueden salpicar tierra en el colector durante las tempoadas de lluvias fuertes.
Herramientas y limpieza de la superficie. Deben ser desinfectadas entre las temporadas de cultivo las herramientas utilizadas para la poda, el transporte de sustrato, la polinización, etc. Los hongos del suelo puede sobrevivir en el suelo seco en las herramientas entre las estaciones, al igual que ciertos patógenos virales y bacterianos pueden sobrevivir en las herramientas manuales. Las áreas destinadas para mantener las herramientas o las posturas también se deben tratar con un desinfestante.
Producción de Posturas. Muchos agricultores prefieren producir sus propias posturas. Para la producción de posturas se debe utilizar exclusivamente semillas y bandejas nuevas, así como sustrato nuevo y estéril. La calidad de la postua es muy importante. Dejar caer una postura al suelo sin esterilizar, pueden contaminar esta planta con los propágulos de las especies de Pythium. (u otros patógenos del suelo) que dará lugar a una podredumbre de la raíz rápida y devastadora en un sistema de lámina nutriente. Las posturas se deben producir en un invernadero separado del de la producción de cultivos para minimizar el contacto de los operadores con estas plantas. El aislamiento de las posturas reducirá el riesgo de propagación de la enfermedad a las zonas de producción. Hay variedades vegetales que son resistentes a algunas cepas de patógenos responsables de enfermedades comunes.


Saneamiento durante la producción.Una serie de medidas sanitarias han sido adoptadas con éxito por los productores. Algunas de las más comunes son las siguientes:


En adición de la puerta de entrada al invernadero de tipo sellada, que sirve para que los trabajadores o el viento no introduzcan patógenos o tierra en la zona de producción desde el exterior. Se puede construir un "portal" cerrado en la zona de entrada que sirva como doble barrera para el control de saneamiento.
El uso de bandejas de desinfesción para los pies, evitan que la tierra no estéril pueda ser introducida al espacio de producción.
Restringir el acceso de visitantes a las casas de producción y de posturas. Nadie sabe a ciencia cierta donde estuvieron estos vistantes antes de venir al invernadero
Generar las posturas a una altura de al menos un pie sobre el suelo para minimizar el polvo o salpicaduras de tierra contaminada del suelo.
Prohibir fumar o consumir tabaco de mascar a los trabajadores implicados en las áreas de producción, a fin de minimizar la contaminación por los virus presentes en el tabaco.
Establecer normas rígidas del lavado de las manos al personal dedicado a la poda, polinización, o cualquier otra actividad productiva con las plantas.
Colocar filtros en todas las tomas de aire para restringir que el aire de solplado o la entrada de ventilación pueda traer tierra o polvo contaminado con insectos vectores.
Mantener un rígido control de la vegetación alrededor de la periferia de las casas para evitar la acumulación de insectos y patógenos en las malas hierbas.
Tratar periódicamente las herramientas, las pasarelas, y las superficies de los bancos de trabajo.

Manejo de insectosDebido a todos los problemas asociados con el uso de productos químicos en el ambiente del invernadero, los productores necesitan utilizar la exclusión como su primera línea de defensa. Por lo tanto, al diseñar el invernadero es necesario tener en cuenta la gestión de los insectos. Cubrir con telas contra insectos los respiraderos y otras aberturas es una buena práctica, pero debido a que estas telas producen una mayor resistencia al flujo de aire, la superficies disponibles de ventilación deben ser mas grandes para compensar. Para los invernaderos que están cubiertos con plástico, el uso de los plásticos que absorben la luz ultravioletas puede reducir los problemas de insectos. La luz libre de UV en el interior del invernadero altera los hábitos de posarse sobre las plantas de los insectos y su conducta alimentaria lo puede reducir la propagación de virus por insectos vectores, así como impedir el establecimiento de los áfidos, moscas blancas. El entorno protegido del invernadero promueve la supervivencia de los insectos y plagas beneficiosas, por lo que el control biológico es otra táctica que vale la pena explorar. Mucha de la investigación sobre la mejor manera de utilizar los enemigos naturales en el invernadero en la producción de hortalizas está aún en curso, pero los productores ya están experimentando con el uso de mariquitas, larvas de crisopas, chinches piratas, y ácaros depredadores. Este enfoque puede ser costoso. Los ácaros depredadores son particularmente eficaces para el control de otros ácaros en las condiciones del invernadero. Los proveedores de enemigos naturales puede recomendar las especies adecuada a utilizar.

Manejo de los nemátodosAdemás de los insectos y las enfermedades tradicionales en los invernaderos, los nemátodos pueden presentar un tipo adicional de problema. Los nematodos son uno de los problemas de enfermedades que puede ser especialmente problemáticos en los sistemas de producción de invernadero. Estos gusanos relativamente microscópicos se alimentan de las raíces o en la propia planta, interrumpiendo la función de las raíces y el crecimiento de las plantas. Algunos toman cantidades significativas de energía de la planta para su propio sostenimiento, con lo que reducen la cantidad, calidad y el rendimiento y, a menudo retrasan la madurez de los cultivos. Se reproducen bien a 80-90°F y causan problemas significativos en muchos de los cultivos más populares en los sistemas de producción en invernadero. Los nemátodos se propagan fácilmente en el agua contaminada, el suelo o los sustratos de cultivo y los tejidos de la planta. Pueden ser especialmente problemáticos en los sistemas de invernadero porque, entre otras cosas: 

Los nemátodos son fáciles de introducir en las operaciones del invernadero, y muy difícil salir de ellos. Cualquiera de los varios nematodos vegetales graves, se encuentran comúnmente en la mayoría de los suelos nativos. Pueden entrar en un cultivo de invernadero cuando la barrera entre el cultivo y el suelo debajo de la casa esté averiado. Una sola raíz penetrando a través del plástico, hormigón u otro material del suelo puede proporcionar una vía de entrada. Las posturas infestadas son otra forma muy común de la introducción de los nemátodos en un invernadero. Cualquier componente del medio de cultivo que no haya sido esterilizado o estuvo expuesto a la contaminación durante el almacenamiento o la manipulación puede introducirlos. Incluso el agua, si procede de una fuente poco profunda o superficial, puede traer nemátodos al invernadero.
Los nemátodos son animales acuáticos, por lo que se propagan sobre todo fácilmente por el agua. Los sistemas de recirculación hidropónicos son vulnerables a los nematodos, todo el sistema puede llegar a ser uniformemente infestado tan pronto como los nemátodos en las raíces o en cualquier parte del sistema se empiecen a producir y se metan en el agua. Por supuesto, cualquier movimiento de suelo o raíces de un área infestada a otra parte de una casa es otra posibilidad probable de que se propague una infestación de nemátodos.
Una vez que un cultivo de invernadero está infestado, no hay pesticidas u otro tratamiento que pueda curar el problema en ese cultivo. Sólo puede ser eliminado mediante la destrucción del cultivo y la esterilización de todos los componentes del sistema que se contaminó. Dado que es muy difícil, tal vez casi imposible en algunos sistemas el saneamiento, hay que tener sumo cuidado para evitar la introducción de los nemátodos, este será siempre el mejor medio de control.
Manejo de enfermedadesEn la actualidad, los principales cultivos de invernadero incluyen los pepinos, la lechuga, los tomates y algunas hierbas usadas como condimento o medicinales. Como ejemplo de la gravedad de la situación de las plagas en algunos lugares, a continuación se presenta presenta una lista aproximada de la cantidad de enfermedades que podrían afectar a estos cultivos en invernadero en La Florida (USA): 

Pepino: 9 de hongos y virales
Lechuga: 7 enfermedades bacterianas, micóticas y virales
Tomates: 21 enfermedades bacterianas, micóticas y virales
Hierbas: Varias enfermedades típicas de as plantas 
Para el éxito de la gestión con las enfermedades de plantas en invernaderos, el sistema de producción agrícola tiene que estar estrechamente asociado con las prácticas de control de enfermedades y las de gestión contra los insectos. Algunos insectos, como las moscas blancas y los trips, son vectores de las enfermedades virales. 




Detección y seguimiento de las enfermedades

Con el fin de detectar las plagas antes de que el daño sea grave, los productores deben inspeccionar visualmente las plantas de una o dos veces a la semana. Como primer paso, se debe escudriñar el follaje de la planta en su totalidad, en busca de motas o bronceados en las hojas, huecos u otros daños causados ​​por insectos masticadores, el crecimiento distorsionado, y frutas dañadas. El siguiente paso es inspeccionar cuidadosamente todo el tallo de la planta desde la tierra hasta la punta de crecimiento. Algunos insectos se alimentan de las raíces, otros en los tallos, en las hojas, las flores y las frutas. El productor debe ser competente en el rápido examen de estas partes de la planta y el reconocimiento de la presencia de plagas o el daño que aparezca. Los trabajadores que participan en las prácticas culturales deben ser entrenados para reconocer los insectos y sus daños. Tanto la superficie de las hojas superior como inferior debe ser inspeccionada a fondo. Muchos insectos, así como algunas enfermedades, comienzan su infestación en la parte inferior de la hoja. Una gran parte de los insectos y ácaros se alimentan de la parte inferior de la hoja y no se mueven a la superficie superior de la hoja, o a otras otras partes de la planta hasta que las poblaciones se vuelven tan grandes que el hacinamiento las fuerza a moverse. Se debe prestar atención a la zona a lo largo de la nervadura central y laterales de las hojas. Las axilas de las hojas, las puntas de crecimiento, y las yemas terminales se deben inspeccionar cuidadosamente. Se deben examinar también las malezas, tanto dentro, como alrededor del invernadero. A menudo las malas hierbas sirven como anfitriones para los insectos, ácaros, y enfermedades que pueden pasar a los cultivos del invernadero y deben ser eliminadas. Algunos insectos, en particular los trips, se pueden encontrar dentro de las flores, por lo que estas deben ser incluidas en la inspección. Usar un fondo blanco a la hora de examinar las flores puede ayudar a la detección. El área por debajo del cáliz o el tallo de tomates y pepinos también puede ser un refugio atractivo para los insectos. En general, los insectos habitan en zonas aisladas de la planta que les ofrecen protección.
Aunque hay pocas reglas específicas a seguir en el muestreo o la selección de las plantas del invernadero, la inspección debe ser mayor en zonas potencialmente vulnerables, como alrededor de las puertas, las rejillas de ventilación, etc. Se deben inspeccionar también algunas plantas al azar. Lo mejor es usar un patrón de selección diferente en cada muestreo, sin incluir la misma planta en dos inspecciones sucesivas. Los productores deben estar seguros de examinar las plantas en todas las áreas del invernadero, incluidas las plantas adyacentes, y usar un número razonable de plantas para tener una idea de la situación de las plagas. Las trampas de papel amarillo adhesivo son útiles para la supervisión del ciclo de vida adulto (vuelo) de muchos insectos. La trampa azul es más atractiva para los trips, pero la amarilla también funciona bien. Las trampas se colocan generalmente en posición vertical ligeramente por encima del dosel de la planta. Algunos insectos, tales como trips y los minadores de hojas, pueden quedar atrapados por encima de la superficie del medio de cultivo. Una recomendación es utilizar uno a tres tarjetas por cada 1000 pies cuadrados, las trampas deben ser inspeccionadas semanalmente y se sustituyen con regularidad. Un sistema de trampas numeradas pueden facilitar la toma de muestras y simplificar el mantenimiento de registros. La cinta adhesiva amarilla puede ser utilizada a gran escala para reducir las poblaciones de insectos mediante trampas.
Muchas de las plagas de artrópodos que infestan los invernaderos son muy pequeñas. Los ácaros pueden ser de 0.5 mm de largo. Los trips, pulgones, orugas de la mosca blanca y los huevos de otros insectos dañinos no son mucho más grandes. Los productores deben tener por lo menos una lupa de 10x (lupa manual de joyero), pero una de entre 16x-20x resulta mejor. Con una lupa, un productor puede identificar rápidamente muchas de las plagas de artrópodos que son difíciles de ver a simple vista. Si es posible, los productores deben comprar y aprender a usar un microscopio de disección común. Estos microscopios se pueden comprar ya sea de tipo monocular (un cilindro) o binocular (dos cilindros). Tienen aumento de aproximadamente 10x-200x. Con un microscopio, un productor puede ver las plagas mas pequeñas, tales como los ácaros y las lesiones producidas con claridad.

Mantenimiento de registros

Un buen mantenimiento de registros de datos puede ayudar a los productores a ver las tendencias en las infestaciones de plagas, no perder de vista el éxito o el fracaso de los esfuerzos de control, y determinar cómo el ambiente del invernadero afecta la cosecha. Por supuesto, los registros de aplicación de plaguicidas son esenciales y deben incluir la fecha y la hora de la aplicación, el nombre del producto, el número de registro legal, el ingrediente activo, la cantidad utilizada, la plaga en la que se usó, y la eficacia. Otras cosas que los registros generales deben incluir diariamente son: las temperaturas mínima y máxima, las medidas de crecimiento y desarrollo de las plantas, el pH del medio de cultivo, las sales solubles, la salud general de la raíz, y otras observaciones de los cultivos específicos. El conteo de los insectos en las plantas de muestreo y en las tarjetas adhesivas también es útil para identificar tendencias en el tiempo y para determinar la eficacia de los esfuerzos de control. Durante varias temporadas, puede ser posible ver que algunos problemas se producen al mismo cada año. Los detalles de las liberaciones de insectos y ácaros benéficos deben ser registrados.

Control biológico

El control biológico en el invernadero mediante la liberación de depredadores de insectos o ácaros, parásitos (parásitos especializados que en última instancia, matan a sus anfitriones), nemátodos, o los organismos patógenos (hongos, bacterias y virus) que atacan las plagas de insectos. Algunos controles biológicos no se pueden utilizar con la mayoría de los insecticidas. La reducción o eliminación de los plaguicidas químicos lleva a un entorno de trabajo más seguro, puede reducir los costos de producción, y, en el caso de la producción orgánica, puede resultar en precios más altos para la cosecha. El control biológico, sin embargo, debe tener un manejo mucho más intenso que el uso de insecticidas y acaricidas convencionales y requiere un mayor conocimiento de la biología de plagas y el número de estas. Muchos factores contribuyen al éxito o el fracaso del control biológico: tipo y calidad de los enemigos naturales seleccionados, las tasas de liberación, el calendario, la colocación, la temperatura y la humedad, y el uso previo de insecticidas y acaricidas.
Los proveedores pueden proporcionar asesoramiento técnico sobre la utilización óptima de sus productos. Algunos han detallado los sitios Web. En general, las emisiones se debe hacer cuando o antes de que la población de la plaga se detecte por primera vez. Las poblaciones de plagas numerosas serán difícil de controlar biológicamente. Algunos depredadores y parasitoides se adaptan mejor a la temperatura y las condiciones particulares de humedad que otros, y algunos lo hacen mejor en algunos cultivos que en otros. El tiempo de vida del parasitoide o depredador determinará la frecuencia con que tiene que ser presentado de nuevo. Es importante tener en cuenta que si todas las plagas se eliminan, los enemigos naturales también serán eliminados. La provisión de fuentes de néctar (plantas con flores) puede prolongar la vida de las avispas parasitoides. Las tarjetas amarillas pegajosas pueden tener que ser retiradas temporalmente para evitar la captura de depredadores y parasitoides.
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